miércoles, 25 de junio de 2014

Carlos Enrique Almirante: Fátima significa un antes y un después en mi carrera

Por Yeneily García García

Un club nocturno. Humo. Una clientela de dudosa reputación llena las mesas, que rebosan de bebidas a medio terminar. El silencio, improbable en un bar de los “bajos fondos”, se extiende cuando llega a la escena una joven mujer, que en un movimiento de caderas, asegura todas las miradas del salón.

Y…. ¡corten!

Jorge Perugorría, por segunda vez en el rol de director de un largometraje, da la voz.

Se trata de Fátima, una cinta a la que le ha tocado ser la primera en la filmografía cubana dedicada enteramente a una identidad transexual, personificada en su protagonista, que le da nombre a una historia basada en el cuento homónimo del reconocido etnólogo y escritor Miguel Barnet.

Quien vea las imágenes del filme, actualmente en proceso de postproducción; probablemente no reconocerá al actor principal, que en una radical transformación física interpreta al desventurado y al mismo tiempo optimista personaje de Fátima.

Acostumbrados a verlo en papeles masculinos y siguiendo los pasos de su famoso padre, Enrique Almirante –que tantos suspiros provocó en su carrera como galán de televisión- Carlos Enrique ahora se nos presenta en la piel de un travesti que canta de noche en un club nocturno y que reclama al habanero Parque de La Fraternidad como su terreno de batalla.

Carlos Enrique Almirante en Fátima, de Jorge Perugorría (Foto: Yander Zamora)
Según sus propias palabras, la película ha exigido tan alto nivel de preparación y de interpretación que marcará un antes y un después en la carrera de este actor.

Cubacine conversó con él sobre el papel, “el más difícil de los que me ha tocado encarnar”; sobre el elenco que lo acompaña y lo que puede significar para el entorno cinematográfico nacional el estreno de este filme.

Fátima es un personaje que tiene muchos estados dentro de la película, sin embargo, son esos mismos matices los que lo hacen más completo, más rico a la hora de interpretarlo. ¿Cómo te preparaste?


La preparación fue durísima. En muy poco tiempo también: solo un mes antes que empezara el rodaje fue que me dieron el personaje. Antes de eso estuve yendo al espectáculo de Rogelio Conde, haciendo la canción Caricias con todos los transformistas como una más y esto me sirvió para entenderlos y acercarme un poco más al personaje.

Estuvimos horas hablando y a la mayoría le ha pasado más o menos lo mismo que le pasa a Fátima. Han sido vivencias reales que me han ayudado a la hora de sacar esos sentimientos fuera y observando mucho, viendo a las mujeres, porque en realidad ellos representan a mujeres.

Escuché muchas historias reales. Uno cuando trabaja con estos temas tiene que ir a la memoria emotiva, a lo que ha vivido, y yo no he pasado por esas cosas. Me ha ayudado conversar con ellas y conocer un poco de lo que han vivido. Me ha servido mirarlas a los ojos y ver el dolor, el sufrimiento y cómo lo trasmiten.

He visto muchas películas relacionadas con la temática gay, he ido a los shows y he estudiado muchísimo. He tenido que estudiar más que para otros personajes. Estoy en toda la película, debo seguir una continuidad, porque toda la historia pasa en un día y en ese día ella recuerda cada momento de su vida.

Has afirmado que lo principal para un actor joven es encontrar la motivación necesaria para hacer algo.

Creo que es lo principal. La motivación te la da el hacer cosas diferentes. Cada vez quieres personajes más distintos a ti y distintos unos de otros, y este, por supuesto, es el rey de las motivaciones. Es completamente distinto a mí en todos los sentidos y eso te llama más la atención a la hora de construirlo, de actuar, de enfrentarte a algo. Mientras más distinto te vean, más interesante es para el público, y para uno, que siempre lo encasillan en un tipo de rol. Es la gloria interpretar un personaje como este.
Carlos Enrique Almirante en Fátima, de Jorge Perugorría (Foto: Eduardo Rodríguez)
El elenco de esta película es casi de lujo. ¿Cómo ha sido trabajar junto a Mirta Ibarra, Broselianda Hernández y los demás actores?

Trabajar con ellos me ha ayudado muchísimo. Estar con Mirta, que hace de mi mejor amiga; con mis padres, Néstor Jiménez y Broselianda. Mario Guerra interpreta al director de una empresa en la cual yo pido la baja, y Tomás Cao hace de mi pareja. Por suerte ha sido él, porque somos amigos y es un personaje bastante difícil y creo que si no hubiera sido por él y por como nos llevamos, hubiera sido un poco complicado.

Pero trabajar con todos ellos ha sido muy bueno, tenemos escenas muy difíciles sobre todo con mis padres, que son escenas muy difíciles para un actor. Veía el guion, veía lo complicado de las escenas, pero me decía, la suerte es que van a estar Néstor y Broselianda o va a estar Mirta o Tomás, y cualquiera de ellos te apoyan, te ayudan. Entre todos sale la escena. No es un trabajo de uno, y ellos me han apoyado muchísimo en todo.

La temática gay es ampliamente abordada en el cine cubano de las últimas décadas. ¿Crees que Fátima se diferenciará de las que ya se han hecho o será solo una película más?

Estamos en una época en la que van a salir varias películas que toman este tema, es lo único que está en contra, porque hubiera sido ideal que fuera la única, pero no creo que vaya a ser una más. Cada una tiene características diferentes y no es tanto el mundo del espectáculo, el mundo gay, sino el dolor de una persona, que puede ser un travesti o no.

Tu carrera va a cambiar después de este personaje…

Independientemente de lo que pase con la película, para mi carrera es un antes y un después si se trata de Fátima. Al ser un personaje tan complejo, me he tenido que enfrentar a escenas muy difíciles que en otros trabajos no he tenido que hacerlo y vivido por momentos muy emotivos. Llora, ríe, le dan golpes, se va de su casa, canta en un cabaret, son muchos estados y eso te ayuda muchísimo. He puesto mi vida en este personaje. Para mí es como una prueba, estoy probándome a mí mismo que puedo hacerlo, que puedo hacer escenas difíciles, que puedo enfrentarme a cantar, a bailar, a todo lo que me proponga.